3.1 La pugna entre concepto y estética. La exaltación de lo feo.

La historia del arte y su crítica, en una eterna y compleja espiral, va alternando la elección de su actor protagonista entre la forma y el contenido: épocas donde el concepto de belleza -la estética que le es propia y la apariencia que la manifiesta- priman sobre la idea que contienen, permutan con otras en que lo fundamental es lo que se dice. Y es que durante siglos, entre estos dos polos, ha ido oscilando el diapasón de la creación artística, alcanzando, en una suerte de continua e imparable mutación, gran parte de las infinitas combinaciones que entre ambos pueden darse.

En el arte actual, más conceptual que estético, suele vincularse el arte mayor a creaciones donde la idea y el contenido predominan sobre las formas que el artista emplea para transmitirlos; es por ello que las expresiones plásticas donde se prefiere la belleza por sí misma quedan vinculadas -más de lo que sería deseable y en más oportunidades de las ciertas- a creaciones de tendencia, de diseño o a un puro esteticismo, muchas veces usando estos conceptos por parte de la crítica con un evidente desdén, algunas de manera justificada y otras no tanto.
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Es cierto que el objeto artístico no tiene por que ser bello pero parece que, en ocasiones, se busca lo feo por el mero hecho de no incurrir en la belleza, se le tiene pavor a lo bello para no caer en la cursilería y se prefiere lo deliberadamente feo, violento, repugnante, hortera o simplemente insulso, en un afán malentendido de epatar -por exceso o defecto- y huyendo como posesos del concepto tradicional de belleza. El crítico muerde, a veces, este anzuelo, confundiendo lo que en realidad es una fealdad vacía de contenidos, con una novedosa transgresión quebrantadora de las leyes de la estética o de lo políticamente correcto.

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