1.6. El efecto isla y el efecto osmosis. Una cuestión local extrapolable.

Es cierto que Palma de Mallorca es una de las ciudades con más densidad de espacios consagrados al arte por metro cuadrado de Europa y que la calidad de muchas de sus propuestas cumple con las calidades de los circuitos más exigentes del arte contemporáneo. Pero al igual que es necesario, sin ejercicios de falsa modestia, reconocer los atributos positivos y objetivamente reales que la adornan, también es necesario percibir sus defectos.

Y es que la oferta plástica de las Baleares padece un sutil -y a veces no tan sutil- efecto isla que se materializa en cierta redundancia -de la endogamia más rancia- en la que los mismos artistas, usando y abusando de los mismos espacios, conforman currículos prácticamente idénticos, acomodándose a la amplia oferta local, sin atreverse a cruzar el charco y generando, así, una peculiar y autóctona especie de artistas profetas en su tierra, pero, curiosamente, sólo en su tierra. Son los creadores más osados, o los más afortunados, los únicos que consiguen superar este muro menos franqueable de lo que parece; una perversa barrera que desgraciadamente abre sus defensas utilizando criterios más difusos que la calidad de las propuestas que llaman a su puerta.

Sin embargo, es precisamente esta densa concentración de espacios expositivos que concurre en Baleares, la que consigue, no sólo ese efecto acomodaticio que hemos dado en llamar isla, sino un efecto inverso, de atracción y dinámico, que podríamos denominar efecto osmosis. Y es que la relativamente escasa presencia de espacios expositivos, públicos o privados, que se consagran al arte contemporáneo en algunas comunidades, contrasta con la abundancia de este tipo de centros que las Islas, y fundamentalmente Palma, poseen.

En la ósmosis se produce un fenómeno singular que tiende a igualar las concentraciones de algunas sustancias en disoluciones separadas pero contiguas, algo así como si la sabiduría esencial de la propia naturaleza hubiera articulado una especie de solidaridad físicoquímica que permite, de una manera sencilla, que los excedentes de unos pasen a suplir las carencias de sus vecinos y se equiparen sus haberes. En cierta medida y de una forma más compleja que la propia osmosis -la solidaridad, en el ámbito humano, suele ser más difícil de hallar- Baleares y otras comunidades han establecido una suerte de incipiente flujo osmótico que compensa la diferencia de concentración de artistas y espacios que hay entre las diferentes regiones. Una singular sinergia que provoca que las islas acojan un importante número de propuestas venidas de otros lugares[1].

[1] Prueba de este flujo fue la exposición Arte Jondo, comisariada por el que esto suscribe en la galería ABA Art Contemporani de Palma durante los meses de septiembre y octubre de 2005. Una muestra colectiva encargada de dar una visión de la heterogénea y rica plástica andaluza emergente, donde intervinieron seis jóvenes artistas –José Luís Conde, Verónica Ruth Frías, Manuel Garcés, Cyro García, Miguel Gómez Losada y Concepción Rosas- nacidos en Andalucía y licenciados en Bellas Artes.

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