1.4. La clásica confusión entre coherencia, aburrimiento y miedo.

No resulta nada extraño que el paso del tiempo, unido a un abundante uso y un usuario no siempre competente, hayan ido infligiendo complicadas y poco adecuadas deformaciones en algunos de los conceptos que frecuentemente se emplean en la crítica de arte. Uno de los términos afectados por este fenómeno endémico es la coherencia, un sustantivo que utilizamos de forma recurrente a la hora de evaluar la obra de un artista y que, muchas veces, confundimos con la mera reproducción insustancial de determinadas maneras y contenidos, o incluso, con el aburrimiento creativo de quién descubrió una fórmula, más o menos acertada, y la repite hasta la náusea.

La producción artística tiende, en demasiadas ocasiones, a la re-producción artística y los creadores aparecen acomodados en sus propias fórmulas, a veces refritos infumables, en los que ellos se reinterpretan a ellos mismos –o a otros- con cierto miedo a alejarse de las fórmulas con las que son reconocidos y con auténtico pavor a separarse del camino con el que cobraron cierto éxito, en una suerte de peculiar masturbación de los logros pasados. Estas cobardías, a veces, son malinterpretadas por la crítica facilona que las valora como coherencia cuando, en realidad, se trata de una aburrida y miedosa repetición sobre lo ya repetido.

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