1.2. Globalización: algunas partes positivas y sus perversos efectos.

En estos tiempos de indiscriminada y democrática sabiduría -más superficial que profunda, donde cualquiera sabe de todo o, por lo menos, lo aparenta- son en los que el significado de gran número de conceptos, más que conocerse, se supone. Esta insustancialidad de algunos términos y el ánimo idiotizador de nuestra sociedad contemporánea -o de quienes la dirigen- son los que se encargan de dejar sin apenas posibilidades muchas definiciones, compareciendo, significado y significante, como un confuso magma que simplemente nos ayuda a no pensar.

La manoseada globalización pudiera ser uno de esos términos que, el común de los mortales, no nos hemos detenido a definir, asumiendo sencillamente lo que la evidencia de la palabra demuestra, bien por que en nuestra aburguesada comodidad hemos querido obviar la tremenda complejidad que intuimos posee el concepto -a poco que lo analicemos- bien por que los escasos privilegiados que con ella se lucran intentan, en una nueva manipulación, que sepamos lo mínimo para aprovecharse, por supuesto, al máximo.

Ya la sociedad del bienestar -otro de esos términos que enunciándolos parecen definirse- hermanada fielmente con el capitalismo feroz, se olvidó de advertirnos, aunque poco a poco nos hemos ido dando cuenta, que ese deseado equilibrio sólo podía obtenerlo quien pudiera pagarlo. Así mismo, esta globalización de los medios de comunicación y de expresión -con Internet a la cabeza- parece que va permitiendo el acceso a esta conexión universal de quien, a su vez, tenga la infraestructura y el tiempo suficiente para conseguirlo.

Como en muchas de las mecánicas humanas, el efecto de estos instrumentos ha terminado siendo inverso: algo concebido para unir termina estableciendo una separación entre quienes pueden acceder y los que no. Y, lo que aún es más grave, un medio ideado para enriquecer sumando culturas, acaba homogeneizándonos bajo un manto gris completamente burdo y envilecedor que, en lugar de relacionar los diferentes conocimientos en un mestizaje potente e infinito, los atrofia conformándose con ser una mera corriente transmisora de ese pensamiento único y bobalicón que las multinacionales y los medios de masas intentan imponernos y que nos hace preguntarnos si, en realidad, no serían otros los verdaderos objetivos de esta conexión global.

Pero independientemente de si este perro tiene dueño y para qué lo quería, lo cierto es que, sin duda, se comió a su amo, fuera quien fuese, creciendo hasta algo que sobrepasa cualquier especulación. La realidad es que esta conexión global y fundamentalmente Internet, aún creando nuevos problemas –la mencionada homogenización pseudocultural- y nuevos límites -el más evidente reside en su acceso- ha hecho desaparecer otras barreras difícilmente franqueables como, por ejemplo, gran parte de las fronteras -físicas o no- que se dan entre las culturas: una indudable ventaja –quizá una de las revoluciones humanas más importantes- a la vez que un evidente riesgo de que un agresivo colonialismo cultural termine sometiendo, gracias a esta extraordinaria intercomunicación, a las culturas minoritarias.

Y es que esta despiadada globalización va uniendo y desuniendo, informando y desinformando a la misma o más velocidad con la que debería hacer justo lo contrario. Una violenta globalización, tan potente en los medios como embrutecedora en muchos de sus efectos, sobre todo, en aquellos que nos homogenizan, descontextualizan y nos vacían de algunos de nuestros principales y más elementales contenidos, desposeyéndonos, con mayor rapidez de la que pensamos, de los caracteres que nos individualizan y, con ello, anulando nuestra verdadera esencia.

No hay comentarios: